“Nunca se es demasiado mayor para definir otra meta o tener otro sueño.” ~ C.S. Lewis
En 1953 se realizó una encuesta a un conjunto de estudiantes de la Universidad de Yale, en la que se incluían las siguiente preguntas: ¿Has definido tus metas? ¿Las has escrito? ¿Tienes algún plan para lograrlas? Un 84% de los estudiantes no tenía definida ninguna meta, un 13% sí las tenía pero no las había escrito, y un 3% las había escrito y tenía un plan de acción.
En 1973, 20 años más tarde, se comprobó el progreso que habían hecho aquellos alumnos, y las diferencias resultaron asombrosas. El grupo del 13% que tenía objetivos definidos aunque no escritos, tenía el doble de ingresos, de media, que el grupo del 84% que aseguraba no tener metas. Pero lo más increíble fue que el grupo del 3% que había escrito sus objetivos estaba ganando, de media, diez veces más que el 97% restante (1).
Se han hecho muchos estudios e investigaciones que demuestran una relación directa entre la definición de metas y la ejecución de tareas. Resumiendo, definir metas hace que dirijamos nuestras acciones y esfuerzos hacia lo que queremos conseguir, ayudan a que nuestro cerebro desarrolle estrategias para alcanzarlas, y nos empujan a ser constantes y persistentes.
Una meta es lo que una persona trata de conseguir, hacia lo que van dirigidas sus acciones. Aunque lo que queramos lograr sea difícil, parece que el hecho de visualizarlo, definirlo y planificarlo influye de forma importante en nuestro comportamiento y supone, en sí mismo, un fuerte estímulo que ayuda a su consecución. Esperar a que simplemente sucedan las cosas no suele dar muy buen resultado.
¿Cómo debes definir tus metas?
Una meta puede considerarse también un sueño con una fecha límite. Las metas más interesantes son aquellas en las que coinciden nuestros deseos y nuestras capacidades. Hemos de tratar de centrarnos en aquello que nos apasiona y en lo que somos buenos, dejando a un lado cualquier posible obstáculo de tiempo, dinero u obligaciones. Un deseo no escrito seguirá siendo un sueño. Hay que escribirlo para convertirlo en un objetivo.
Define metas que supongan un reto, que te obliguen a salir de tu zona de confort. Los objetivos difíciles, al contrario de lo que pueda parecer, generan más concentración y tienen más posibilidades de lograrse. Eso sí, deben ser realistas y estar al alcance de tus capacidades. Deben ser posibles.
Define metas muy concretas. Cuanto más específicas sean, más fácil será para tu cerebro desarrollar una estrategia para alcanzarlas. Deben tener una fecha límite y se deben poder medir de alguna manera. ¿Cómo sabrás que lo has conseguido?
Comparte tus metas con otras personas. Es difícil conseguir algo uno sólo. Establece (si no las tienes ya) relaciones con personas que puedan apoyarte y ayudarte. A veces aparecen oportunidades simplemente por el hecho de decir lo que quieres.
Y, por último, no te rindas. Transformar un sueño en realidad requiere determinación, mucho trabajo y disciplina.
1 Investigación descrita en el libro Nunca comas sólo, de Keith Ferrazzi y Tahl Raz